Periodistas frustradas

Yo no soy racista pero…

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El número de españoles que han decidido marcharse del país en busca de un futuro mejor no deja de crecer, como tampoco dejan de aumentar las dificultades que encuentran en sus nuevos destinos.

A la ya de por sí difícil experiencia de verse obligado a irse a un lugar desconocido, con una lengua y unas costumbres diferentes se unen las trabas para encontrar trabajo, piso o simplemente pequeños detalles que recuerdan que no  pertenecen a ese país.

Los españoles ya no somos bienvenidos en Europa. Hace un par de meses comentábamos en este blog la decisión adoptada en referéndum en Suiza de cerrar sus fronteras a los extranjeros. Sin embargo, no es el único país que ha dificultado la vida de los españoles que se encuentran dentro de su territorio. Bélgica se sumó también a esta tendencia en febrero expulsando a más de 300 españoles «por llevar más de 3 meses sin trabajar y ser una carga para el Estado», según argumentaron. En estos tiempos en los que para encontrar trabajo cualquier ayuda es poca hay que tener mucho cuidado y si no que se lo pregunten a los españoles estafados en Alemania el verano pasado: fueron con un contrato, la promesa de una formación y sueldo de 800 euros al mes y cuando llegaron la situación fue muy diferente: ni trabajo, ni formación, ni lugar dónde quedarse. Los muy desarrollados y educados países nórdicos como Suecia también se unen a estas políticas y los españoles que allí viven sufren el acoso de la continua identificación de la policía sólo por el hecho de no tener aspecto nórdico. Además, para poder vivir en el país deben acreditar tener dinero para estar allí durante un año y conseguir un número personal que se tarda, con suerte, meses en conseguir y sin el cual no se puede firmar un contrato, alquilar un piso o conseguir trabajo.

«Se culpa al pobre de su pobreza y al emigrante de la situación que le ha obligado a hacer las maletas», para mí esta es la frase que mejor describe la situación que hoy viven aquellos que tienen que irse de su país. Su autor es Ferran Barber periodista y autor de una serie de documentales que muestran la situación de los emigrantes europeos.

¿Qué le pasa a Europa? ¿Por qué diferencia entre ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda?

Por desgracia, no hace falta salir de nuestras fronteras para ver estos mismos casos de xenofobia que tanto nos indignan y denunciamos cuando somos los españoles los que las vivimos fuera.

El ejemplo más famoso y quizás también uno de los más brutales sea el que se vive en la frontera de Melilla, el salto de la famosa valla y las posteriores deportaciones, en muchos casos ilegales y masivas. La semana pasada se inyectaron sedantes para facilitar la deportación, tal y como denuncian las ONGs. Quizá esta sea la situación más extrema y de la que ya todos habíamos visto algo pero también hay muchas otras más sutiles que dificultan tener una vida normal a los extranjeros que están en España. Al igual que los españoles en Suecia, en España también se realizan redadas y controles de identificación a toda aquella persona que no tenga aspecto español, son la llamadas «redadas invisibles» su nombre viene de que está prohibido grabarlas o documentarlas de cualquier forma posible, por lo tanto dejar constancia de ellas y así es muy difícil conocer su existencia si no se presencia una. Hace menos de un año quedaron excluidos de las sanidad pública. La última medida para «marcar» a los inmigrantes y dificultar su vida se encuentra en el Anteproyecto de ley Seguridad Ciudadana. En uno de sus puntos impedirá que las personas que no tengan los  papeles en regla en España puedan hacer uso de locutorios y de Internet. La razón que ha argumentado el Gobierno ha sido que ayudará a evitar la realización de ciberdelitos y pederastia. Vergonzoso se mire por dónde se mire: discrimina a los extranjeros que no tienen papeles en regla (al igual que en Suecia tampoco es fácil conseguirlos en España y al igual que en el país nórdico en España ya en el año 2010 se exigía que cualquier extranjero que quisiese vivir en nuestro país debía demostrar tener independencia económica, lo irónico es que muchos españoles no llegarían a esa cantidad) y les impide utilizar los locutorios, lugares desde donde hablan con sus familias y, después, la razón les señala como foco de delitos sin ninguna prueba. Y se les empuja a la marginalidad.

España, habitualmente país de emigrantes, nos hemos convertido en un país racista y xenófobo donde, al igual que en el resto de Europa, puede llegar a ser muy difícil vivir siendo extranjero. Hasta tal punto han llegado las trabas que ponemos en nuestro país que los organismos internacionales como la ONU ya pidió hace un año que se respete la dignidad de las personas en situación irregular que están en nuestro país.

Por supuesto y afortunadamente, ni todos los ciudadanos son racistas y/o xenófobos ni todo es tan difícil. Sin embargo, si alguna vez se sorprende diciendo «yo no soy racista pero…» y a continuación va a decir algo que justifica una situación de este tipo hacia una persona extranjera, piense en aquellas personas, que seguro conoce, que se han tenido que ir fuera  (hijos, primos, amigos…) ¿qué le parecería si se lo hicieran a ellos?

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